domingo, 6 de junio de 2010

POEMAS CORTOS

"Loca" (Jaime Gil de Biedma).

La noche, que es siempre ambigua,
te enfurece, color de ginebra mala,
son tus ojos unas bichas.
Yo sé que vas a romper en insultos
y en lágrimas histéricas.
En la cama, luego,
te calmaré con besos que me da pena dártelos.
Y al dormir te apretarás contra mí como una perra enferma.


"Un momento estoy solo..." (Tomás Segovia)

Un momento estoy solo:
tú allá abajo te ajetreas en torno de mi cosa,
delicada y voraz, dulce y fogosa,
embebida en tu trémulo trabajo.
Toda fervor y beso y agasajo
toda salivas suaves y jugosa calentura carnal,
abres la rosa de los vientos de vértigo en que viajo.
Mas la brecha entre el goce y la demencia,
a medida que apuras la cadencia,
intolerablemente me disloca,
y al fin me rompe, y soy ya puro embate,
y un yo sin mí ya tuyo a ciegas late
gestándose la noche de tu boca.


"Tu cuerpo es resbaladizo" (Ilhan Berk).

Tu cuerpo es resbaladizo amor mío
es como hierbas alargadas, alocadas.
De noche toqué tu carne desnuda
mi lengua deambulé por todas tus partes.
De este modo iba y venía por el nudo de tu boca
me incliné después en la hondura de tu vello
tu voz de alcohol, tu boca enorme,
tus pestañas en la noche cayeron sin cesar en mis papeles.


"Encuentros" de "Pasajeros del viento" (María Clara González).

Si la vida nos regala otro encuentro
te dejaré ser tú
seré sencillamente yo.
Escucharé la melodía de tu música
y la mía cuando se unan.


Fragmento de "Mercier and Camier" (Samuel Beckett).

-Si no tenemos nada que decir, dijo Camier, no digamos nada.
-Tenemos cosas que decir, dijo Mercier.
-Entonces, ¿por qué no podemos decirlas?, dijo Camier.
-No podemos, dijo Mercier. -Entonces callemos, dijo Camier.
-Pero ya lo intentamos, dijo Mercier.


"Intimidad" (Orietta Lozano).

La noche vuelve secreta a tantear mi cuerpo,
me penetra lenta y suave.
Me abro, como una flor nocturna.


"Mecánica de los cuerpos" (Pedro Shimose).

Acaricio tus formas suaves como dunas que no hay.

Beso tus pezones enhiestos y rosados como un amanecer.
Tu cuerpo, emblema crepitante;
mi alma tiembla al puro estado de belleza.
Tus ojos. Reposa en ti el impulso de una corriente azul.
Desciende a mi tu voz.
La armonía conquista los espacios del tiempo inasequible.


"Por allí, hondo, una humedad ardiente..." (Rafael Alberti).

Por allí, hondo, una humedad ardiente;
blando, un calor oscuro el que allí hervía;
sofocado anhelar el que se hundía,
doblándose y muriendo largamente.
Labios en labios que no ataca diente;
Lengua en garganta que se corta, umbría;
Áspero alrededor, fiera porfía.
Por morder lo imposible de la fuente.
Fiera porfía, ya que ni a la hembra Más hembra
ni al varón más varón dieron Otra cumbre
que ser sembrado y siembra.
Pues lo demás, ¡oh cuerpos desvelados!,
Son fulgores que al alba se perdieron
En un súbito arder, desesperados.


"He pasado toda la noche sin dormir" (Fernando Pessoa).

He pasado toda la noche sin dormir,
viendo, sin espacio tu figura.
Y viéndola siempre de maneras diferentes
de como ella me parece.
Hago pensamientos con el recuerdo
de lo que es ella cuando me habla,
y en cada pensamiento cambia ella
de acuerdo con su semejanza.
Amar es pensar.
Y yo casi me olvido de sentir
sólo pensando en ella.
No sé bien lo que quiero, incluso de ella,
y no pienso más que en ella.
Tengo una gran distracción animada.
Cuando deseo encontrarla casi prefiero no encontrarla,
Para no tener que dejarla luego.
No sé bien lo que quiero, ni quiero saber lo que quiero.
Quiero tan solo Pensar en ella.
Nada le pido a nadie, ni a ella, sino pensar.


"El origen del mundo", de "Metales pesados" (Carlos Marzal).

No se trata tan sólo de una herida
que supura deseo y que sosiega
a aquellos que la lamen reverentes,
o a los estremecidos que la tocan
sin estremecimiento religioso,
como una prospección de su costumbre,
como una cotidiana tarea conyugal:
o a los que se derrumban, consumidos,
en su concavidad incandescente,
después de haber saciado el hambre de la bestia,
que exige su ración de carne cruda.
No consiste tan sólo en ese triángulo
de pincelada negra entre los muslos,
contra un fondo de tibia blancura que se ofrece.
No es tan fácil tratar de reducirlo
al único argumento que se esconde detrás
de los trabajos amorosos y de las efusiones de la literatura.
El cuerpo no supone un artefacto
de simple ingeniería corporal;
también es la tarea del espíritu
que se despliega sabio sobre el tiempo.
El arca que contiene, memoriosa,
la alquimia milenaria de la especie.
Así que los esclavos del deseo,
aunque no lo sospechen,
cuando lamen la herida más antigua,
cuando palpan la rosa cicatriz de brillo acuático,
o cuando se disuelven dentro de la hendidura,
vuelven a pronunciar un sortilegio, un conjuro ancestral.
Nos dirigimos sonámbulos con rumbo hacia la noche,
viajamos otra vez a la semilla,
para observar radiantes
cómo crece la flor de carne abierta.
La pretérita flor.
Húmeda flor atávica.
El origen del mundo.


Morboso” (Luis Antonio de Villena).

Los ojos eran extremadamente hermosos.
Los labios de una carne muy dulce.
No era, en fin,
tan joven como su belleza.
Gemía, se turbaba,
descendía a los sótanos más húmedos del cuerpo,
usaba su saliva como miel,
simulaba trances de pequeña muerte,
indudablemente efímeros y ciertos. ..
Algo en él era terriblemente delicado,
algo semejaba un perfume
muy oscuro de jazmines enfermos.
Era la suavidad de un lecho de agua,
la escurridiza obsesión de las ojeras,
la blanca piel, suntuosamente condenada.
La sexualidad más sórdida se le volvía azul.
Era el fin del mundo en filo de primavera.
Sabes que no era amor, ni amistad;
sólo un placer que se mira en espejos de noche.
Únicamente esperaba deshacer
tu sensualidad en sus muslos.
Cada amanecer deseaba el horror del amor romántico.
Como húmeda flora,
putrefacción, y hermosura.
Luz lunar en un valle de caricias.
Era la belleza extremadamente turbia.
Su sexo descansaba, magnífico, como un león satisfecho...